Tuesday, March 13, 2012

¿Existe el Presidente?

Los sistemas presidenciales centralizados, donde los presidentes de la república poseen la doble calidad de jefe de Estado y jefe de Gobierno, requieren de un liderazgo validado permanentemente, a objeto de conducir la agenda legislativa y de gobierno, esto en un contexto de conflicto y transacción que son parte esencial de la política y de la democracia. En este escenario la figura del presidente, su estilo y liderazgo son claves para el éxito integral del gobierno, cuando lo anterior no ocurre se deslegitima todo el sistema partiendo por la cabeza de este. Si se pone atención en la última encuesta CEP, se podrá apreciar que el presidente Piñera con sólo un 22% de aprobación y un 62% de rechazos es por lejos el mandatario con mayor desaprobación de la historia democrática reciente de Chile, más aun en esta misma encuesta reprueba por lejos en todos los atributos que debiera tener un presidente. La última encuesta Adimark muestra que sólo 29% de los chilenos aprueban la gestión del Presidente y la desaprueba el 64%, en la misma encuesta las cualidades y características del presidente nuevamente salen desaprobadas, salvo lo relativo a si es activo y energético que tiene 53% de respaldo. Las cifras anteriores pueden deberse a variables multi causales, no obstante, para este caso me concentraré en dos variables; la primera referida al diseño de gobierno y la segunda al estilo presidencial. El diseño Este gobierno (la nueva forma de gobernar), se puede dividir en dos etapas; la primera que fue la luna de miel, cuando Andrés Sougarret, lidera el rescate de los mineros, lo que es aprovechado por el gobierno como propaganda política, es el periodo de los 24/7, las casacas rojas, las camisas arremangadas, la sobre exposición mediática del presidente y la dura fustigación a una oposición en el suelo por parte de la secretaría general de gobierno. En este momento, debido a los errores políticos, tanto de los llamados ministros de excelencia, como la sobre exposición presidencial, se gastaron el feble capital político que tenía la derecha para gobernar. La segunda parte, comienza con la muerte de la nueva forma de gobernar; la de las caras nuevas, del pendriver colgado al cuello con las tareas históricas que iba a desarrollar este gobierno fundacional, comparado según el presidente Piñera sólo con lo que le tocó vivir al ex presidente Aylwin cuando encabeza la transición y consolidación democrática de Chile. Esta nueva etapa es la de los senadores que reemplazan a los PhD y le tratan de dar al gobierno un orden político que a todas luces faltaba en el diseño original. Sin embargo, los senadores-ministros son incapaces de absorber un diseño, donde la política nunca estuvo en el centro, lo importante en este gobierno iban a ser los indicadores, no obstante a la vuela del día, el gobierno se encontró con la política, la que se expresaba por una elemental característica de ésta; los movimientos sociales que son expresión activa y popular de la ciudadanía y una muestra clara de una democracia sana. El estilo Sebastián Piñera trató de llevar a la moneda el estilo que George W. Busch trasladó a la Casa Blanca, el del Presidente a casual, desenfadado, a escala humana, que come hamburguesas y bebe coca cola en la casa de Washington. Piñera trató de disfrazarse de un chileno más en la Moneda, para disimular su mayor diferencia con la ciudadanía media, su inmensa fortuna. Actuó una comedia, que lo llevó a cometer tantos errores que la popularidad de sus piñericosas traspasan con creces nuestra frontera, chascarros que no son menores, como aquel ocurrido en Alemania o reciente en Japón. Nadie cree que Piñera es un chileno más, esa incredulidad fue exacerbada cuando en la primera etapa de su gobierno el conflicto de interés fue un problema de muy difícil solución para el presidente en ejercicio. A la incredulidad, se le suma la imagen de cuestionada lealtad de primer mandatario con algunos de sus asesores; lo ocurrido con el ex ministro Kast que es reemplazado por Lavín, a quien se le reserva un cupo ministerial, sin poseer más méritos que el de un ministro derrotado por los estudiantes; situación que se repite con el ex ministro Bulnes, que se entera por la prensa que el presidente se reúne con los universitarios sin él estar convocado; y lo ocurrido con el ex ministro Álvarez, sacado abruptamente de la negociaciones cuando los dirigentes de Aysen fueron invitados a la Moneda, enterándose él solamente por la prensa. El presidencialismo requiere una fuerte dosis de liderazgo, dado que se enfrenta a un parlamento que favorable o no, debe convencerse para avanzar en la tarea legislativa y de gobierno, el problema que este liderazgo no existe en el presidente Piñera, las encuestas de opinión a si lo avalan, su comportamiento errático respecto de llevar a cabo reformas y luego desistirse lo confirman, y sus incontables salidas de libreto que han deteriorado la imagen presidencial poniendo en entredicho una cuestión central en el presidencialismo, la dignidad del cargo que en este caso es la dignidad presidencial. Al ver la estadística y sobre todo lo referido a la desafección que la ciudadanía siente hacia el Presidente, vale preguntarse si a esta altura, en el inconsciente colectivo, aun sobrevive la figura de Piñera como Presidente. 13/04/2012 http://www.cambio21.cl/cambio21/site/artic/20120413/pags/20120413163655.html

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