Wednesday, April 02, 2008

Respeto a la política y a los partidos


Santiago 09 de diciembre de 2007
Un partido político no es un movimiento, y quien pertenece a uno de ellos sabe que está ahí voluntariamente, que debe aceptar sus reglas, las decisiones de las estructuras jerárquicas y democráticas de la institucionalidad de éste. Los partidos políticos, desde las definiciones iniciales de Hume, Rosenkranz, Michel, Weber, hasta los más modernos y actuales, como Sartory y Beyme, han definido a los partidos como instituciones jerárquicas, con estructuras funcionales disciplinadas a los objetivos del mismo.
Los partidos, en las democracias occidentales, no son movimientos, ni un grupo que se reúne sólo en torno a liderazgos coyunturales o cacicazgos permeables. Esto último ha ocurrido con generalidad en nuestra América Latina. El caso de Venezuela, que, debido al debilitamiento ético, institucional y político de los socialdemócratas y socialcristianos, degeneró en un sistema de partidos que propició corrupción e ineficiencia estatal, que finalmente hizo que la ciudadanía se desafectara de los partidos tradicionales y su clase política y se fijara en Hugo Chávez, es paradigmático. Actualmente, ambos partidos tienen escasa representación en el sistema de partidos venezolano.
Eso no lo queremos para Chile y por eso lo que le ocurre a la DC no debiera ser un festín para algunos sectores de la elite política, porque la indisciplina, la desinstitucionalización y la falta de respeto a la política afecta a todos por igual. El debilitamiento de los partidos es el al mismo tiempo el de la política y, por tanto, de la democracia, y esto lo único que genera es inestabilidad política, social y económica.
La DC, desde hace más de dos años, ha tomado decisiones importantes, las que se resumen en apostar por el liderazgo de Soledad Alvear. La actual senadora Alvear, primero derrotó a Adolfo Zaldívar como precandidato presidencial al interior de la DC, luego venció a su delfín, Jaime Mulet, con un triunfo apabullante con el 70% de los votos del partido, posteriormente realizó un Congreso Ideológico como no se había hecho desde el año 1991. Asimismo, las encuestas, desde fines de los años noventa, la dan como la persona más querida y reconocida por la ciudadanía, y pese a todo esto un sector del partido no ha reconocido su liderazgo, es como si en los años cuarenta y cincuenta el partido no hubiera reconocido el liderazgo de Frei Montalva, o que Tomic, Leighton y Aylwin hubieran cuestionado continuamente el liderazgo del Presidente. Los liderazgos se ganan por el aprecio y respaldo que la ciudadanía entrega a los dirigentes de los partidos, eso lo reconoce la ciencia política desde que Weber diferenciara al líder inglés versus el boss americano.
Así las cosas, lo que Adolfo Zaldívar ha venido haciendo es faltarle el respeto a las estructuras de la Democracia Cristiana, a su institucionalidad y a su historia. En este sentido, sus argumentos son bastantes espurios y seriamente no se creen mucho; su problema no es la defensa de la clase media o la corrección del modelo ambos eslóganes bastante confusos y con sintonía populista, su problema principal es oponerse a aquellos que en el partido son más populares que él y tienen de verdad liderazgo ciudadano. Lo cierto es que Adolfo Zaldívar no es muy popular, no aparece en las encuestas presidenciales y es uno de los personajes, junto a Pablo Longueira, que presenta más rechazo por parte de la ciudadanía.
Respeto al partido, a sus instituciones y al liderazgo de Soledad Alvear, eso no lo ha tenido Adolfo Zaldívar y simplemente debe dar un paso al costado, por su dignidad como político y por la consecuencia con sus palabras; salir de frente y no expulsado sería coherente con las afirmaciones y difamaciones que ha hecho, de lo contrario sería tan inconsecuente como lo fue cuando perdió la elección interna contra Soledad Alvear para ser precandidato presidencial, y pese a esa derrota se quedó en la presidencia del partido, demostrando lo indigno de su actuar.
Los varones de entonces, como Frei Montalva, Aylwin, Tomic, Gumucio, Leighton, tenían orgullo, coherencia, consecuencia y respeto, todo lo que Adolfo Zaldívar ha demostrado no tener estos años en que ha dejado de ser democratacristiano.

Andres Jouannet Valderrama
Doctor en Ciencia Política,
Universidad de Heidelberg.
http://www.lanacion.cl/prontus_noticias_v2/site/artic/20071208/pags/20071208194924.html

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