Wednesday, January 25, 2006

Feliz cumpleaños democracia

Quien lo hubiera dicho, ya llevamos 15 años de buena democracia, avanzando lento pero seguro, en un proceso de consolidación democrática. Consolidación que comienza exactamente hace 15 años, vale decir el 11 de marzo de 1990. No obstante, en esa época, ni el más optimista de los optimistas hubiera podido predecir el estado actual de nuestra democracia, unida a la incapacidad manifiesta de la derecha de lograr constituirse en real alternativa de gobierno desde el inicio mismo de la recuperación de las libertades políticas y civiles hasta el momento en que se escriben estas líneas. En los albores de esta nueva democracia chilena, los pesimistas y temerosos del futuro del proceso político que se iniciaba, no miraban con mucha fe los posibles resultados del mismo. Las dudas que sobre Aylwin y su equipo de gobierno quedaron registradas en distintos medios de la época, nos parecen hoy declaraciones anacrónicas de una etapa que retrospectivamente se observa como un ejemplo único de consolidación democrática; la así llamada “consolidación a la chilena”, poco original tal vez, pero ciertamente única

Sin embargo y a propósito de esta celebración, quisiera referirme a una discusión relativa a nuestro sistema de gobierno y que quedó hacia fines de la década pasada en tablas. A saber, aquella que dice relación del “cuando” habría comenzado esta consolidación democrática.

Según algunos prominentes miembros de la elite política criolla, el gobierno de Aylwin señalaría el comienzo de nuestra transición hacia la democracia. Igualmente, durante muchos años de la década de los 1990s, el debate de encontrar inicio y término de la supuesta transición se transformó en un diálogo de sordos y en un ejercicio inconducente, principalmente debido a que los actores políticos protagonistas de dicha época, nunca se pusieron de acuerdo respecto de cuales serían los límites de aquel proceso político del cual aquellos eran parte . De esa forma, para algunos la transición comenzaba con Aylwin y terminaba en su gobierno; para otros el inició se fijaba cuando Pinochet dejaba la Comandancia en Jefe del Ejecito o, más próximamente, cuando el anciano dictador se alejaba de su cargo vitalicio en el Senado. Otros planteaban, que la transición se abría al final del gobierno de Frei, e incluso algunos más incisivos señalaban que el gobierno del Presidente Lagos se desarrollaría como parte de este periodo de transición. Finalmente, lo único cierto es que, para la elite política, los plazos de la transición chilena nunca han estado claros.

Por mi parte, sostengo que la mentada transición termina cuando comienza la consolidación democrática, cuestión que pareciendo casi obvia, responde a que empíricamente hablando se dan ciertas variables que identifican cuando estamos en presencia tanto de la como de la otra. Así, podemos decir que la transición alcanza el periodo comprendido entre el plebiscito de octubre de 1988 hasta que Aylwin asume como Presidente de Chile.

Según mi antiguo profesor Klaus Von Beyme, la transición comienza cuando el proceso político experimenta una apertura democrática o transita claramente en esa dirección, sin tener por tanto que encontrase en un estado de democracia, vale decir , que el proceso político llamado de transición tiende a dirigirse a una democracia plena, que en actos concretos significa; que la oposición se institucionaliza, es aceptada por el régimen autoritario como interlocutor valido y a su vez tiene una posibilidad real de llegar al gobierno por medio de un procedimiento electoral definido. Por su parte, la consolidación democrática, para el viejo académico de Heidelberg, se inicia cuando la oposición, representada por los partidos políticos institucionalizados, derrota electoralmente a las fuerzas políticas vinculadas al régimen de facto y comienza a gobernar con las garantías constitucionales básicas que debe tener una democracia. Estas garantías básicas serían; elecciones libres, transparentes, informadas; libertad de expresión y de reunión; independencia de los poderes públicos y prescindencia política de las fuerzas armadas.

Estas garantías se expresan en los grados e intensidades de las libertades públicas y los derechos civiles. En la medida que estos dos factores estén en el promedio de lo mínimamente exigido a las democracias consolidadas, estamos en presencia de un proceso de consolidación por sobre uno de transición ya agotado. En palabras de O’Donnell, pasamos de una democracia de baja intensidad, en forma paulatina, a una de mayor intensidad.

De acuerdo a lo anteriormente señalado, y mirando con atención los índices entregados por Freedom House desde el inicio de los 90s, podremos ver como estos fueron mejorando gradualmente, para llegar a estabilizarse en promedios similares al de las democracias antiguas. Esto corrobora la tesis de la consolidación a partir del gobierno de Aylwin, donde según recuerdo, las instituciones funcionaban, a pesar de que algunos seguían añorando los resabios de la dictadura, expresados en ejercicios de enlaces y boinazos. Aun así la democracia siguió fortaleciéndose, y casos como los descritos ayudaron al robustecimiento de nuestra institucionalidad democrática.

Hoy vale recordar esta discusión, dado que estos 15 años de democracia han significado un trabajo diario por mejorarla, y como ya se ha dicho, por consolidarla, no sólo en su institucionalidad, sino que además en la propia cultura política chilena. En el sentido anterior celebrar la democracia y estos 15 años de consolidación, es lo menos que podemos hacer, más aun cuando, después de 15 años, nuestra joven democracia cuenta con mejor salud que nunca.

Por todo lo dicho; Salud Democracia.


Andres Jouannet Valderrama
Doctor en Ciencia Política
Universidad de Heidelberg

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