Wednesday, November 17, 2010

Reformas políticas: Democracia de alta intensidad

En Chile vivimos en democracia, qué duda cabe, este régimen se ha ido consolidando desde su advenimiento el año 1990, sin embargo el sistema de libertades públicas y derechos civiles en nuestro país es procedimental y de alcance medio, vale decir gozamos de un sistema político que en la realidad reduce la democracia a una participación limitada desde la toma de decisiones de los votantes, o sea los ciudadanos pueden votar en un sistema de competencia limitado, desigual y desleal.
El politólogo francés Guy Hermet y el sociólogo británico Colin Crouch, han conceptualizado este fenómeno como la era posdemocrática o el fin de la democracia como se concibió originalmente, definida actualmente por un espectáculo mediático controlado por élites que a la hora de competir electoralmente siempre cuentan con una ventaja por sobre sus oponentes, lo que finalmente deteriora la democracia como sistema político igualitario y competitivo.
El caso chileno, representa esta tesis; un sistema electoral binominal que no es proporcional, por lo que desincentiva la participación, dado que de antemano se sabe que será electo uno de los candidatos de los dos bloques (salvo contadas excepciones); por otra parte la competencia es desigual, los partidos no son financiados por el Estado y –a pesar de la actual ley electoral- en la realidad no hay límite al gasto en campaña, por lo que quien posee más recursos tendrá las mayores posibilidades de ganar la elección, ya sea de diputados o senadores, con lo que el periodo electoral se convierte en una farsa que transforma a los electores en clientes, donde estos son informados, coaptados por el que tiene más avisos en los medios de comunicación de masas, y recursos ilimitados para el merchandising -incluso hay candidatas que han tenido circos de gran factura en apoyo de sus candidaturas-. Así no se puede, la contienda electoral, se convierte en el mercado de los votos, donde no ganan las ideas, gana el marketing, el pueblo ya no es el soberano es sólo un espectador. Lo anterior concluye en una democracia de alcance medio, la que es urgente mejorar.
La discusión sobre el voto voluntario u obligatorio, debe considerar los aspectos anteriores, dado que la baja participación electoral no está condicionada solo a la voluntariedad u obligatoriedad del voto, es mucho más profundo, se debe a la calidad de la democracia, cuando esta no es competitiva e igualitaria afecta a la participación. No es lo mismo el voto voluntario con una ley de partidos sin financiamiento estatal que una que financie a estas instituciones, vale decir hay candidatos que corren con las mejores zapatillas y otros a pie descalzo. Todas las democracias europeas de alta intensidad, financian a los partidos políticos proporcionalmente a la votación que hayan obtenido el periodo electoral anterior, por lo que dan igualdad de condiciones a la hora de competir electoralmente y en ese contexto los electores tienen la posibilidad de elegir a candidatos que compiten con recursos similares, la diferencia la hacen las ideas y la calidad del candidato.
Ciertamente, nuestra democracia requiere urgente una serie reformas como, la regionalización con presidentes regionales electos democráticamente y con parlamento regional, cambio al sistema de gobierno pasando del presidencialismo a semipresidencialismo con un primer ministro que dependa de una sola cámara, un nuevo sistema electoral proporcional, un servicio electoral moderno y contralor, el voto de los chilenos en el extranjero sin condiciones y fundamentalmente igualdad electoral que significa financiamiento a los partidos políticos y control del gasto electoral, porque así como están las cosas vamos derecho a una plutocracia, donde la “legitimidad” del sistema ya no se basa en el “pueblo soberano”, sino en la demagogia y en el marketing electoral, que es proporcional a los recursos que posee el candidato.
En este contexto con obligatoriedad o voluntariedad del voto, no está garantizada una mayor participación que legitime nuestra democracia.


Andrés Jouannet V.
Académico Universidad Católica de Temuco

El patrón y el empleado. La ética empresarial en cuestión

La historia señala que a fines del siglo XIX y principios del XX, a los mineros asalariados del norte de Chile se les pagaba con fichas, que estos cambiaban por enceres y víveres en las pulperías instaladas en los campamentos mineros. Estas pulperías eran de propiedad de los dueños de las minas, por lo que el sueldo de los mineros retornaba al patrón por medio de las fichas en sus pulperías. Esta práctica, que dejó de ejecutarse hacia el final de la segunda mitad del siglo pasado, daba cuenta del espíritu del empresariado de la época, que no contentos con pagar salarios miserables, lo hacían de tal forma, que finalmente la remuneración se traducía a entregar alimentos y algo de ropa.
Casi un siglo después, al parecer entorno a la minería siguen existiendo empresarios mineros que si bien ya no pagan con fichas, buscan ahorrarse importantes sumas de dinero, dejando de cumplir con las mínimas medidas de seguridad tanto de las minas como de sus trabajadores. La tragedia de la Mina San José, nos recuerda lo peor de los empresarios mineros, pone nuevamente en discusión una cuestión más profunda que atañe a todos los empresarios de nuestra patria; la ética empresarial.
La ética empresarial, supera a la responsabilidad empresarial, dado que ésta última tiene que ver con la vocación social y el aporte a la comunidad que hace el empresario. La primera, la ética empresarial, dice relación con la capacidad del empresario de colocarse en el lugar de los trabajadores, de los consumidores, de los usuarios, en fin es como el empresario es capaz de visualizar a las personas no como capital de trabajo, ni medio de producción, sino como un socio del desarrollo de la empresa.
Cuando el año 2008 tres cadenas farmacéuticas fueron sorprendidas en una colusión de precios, hubo indignación inicial y después de eso no pasó mucho, pese a que esto afectó fundamentalmente a las personas más vulnerables, la ética empresarial fue puesta en entre dicho y no ocurrió nada. El 27 de febrero de este año, el segundo terremoto más grande de la historia de Chile azotó la zona centro sur del país, la mayoría de las construcciones resistieron los embates de la naturaleza, sin embargo quedó comprobado en Concepción, Temuco, Talca, Ñuñoa, Maipú, entre otras, que existieron empresarios de la construcción inescrupulosos que por ahorrar en material, utilizaron productos de baja calidad o que no se condecían con las exigencias mínimas de construcción, lo que produjo que miles de compatriotas perdieran su hogar, pero peor aún, varios de de ellos perdieron su vida atrapados entre los fierros de mala calidad. Nuevamente la ética empresarial quedó expuesta y hasta el momento nadie asume la responsabilidad de esta tragedia.
En estos momentos que se hacen enormes esfuerzos por sacar a los 33 mineros del fondo de la mina San José, se ha querido en un primer momento culpar al sector público por su incapacidad de fiscalizar a estos inescrupulosos empresarios, tal vez eso sea así, pero en este drama los primeros responsables son los empresarios, quienes sin necesidad de fiscalización debían tener las condiciones mínimas de seguridad que ellos mismos deben auto imponerse, porque lo que está en juego todos los días en la minería es la cuestión más preciada en la cadena productiva, las vidas de las personas, esto claramente no fue prioridad para los patrones de esta mina.
Existe un sentimiento de esperanza nacional de tener a nuestros mineros de vuelta en sus casas, con sus familias, sin embargo, más allá del desenlace de esta trágica y angustiosa espera, creo que al final en este país, por nuestra frágil memoria nacional, no va a pasar nada. La ética del patrón, como lo señala la historia, terminará pagando con fichas para que los mineros agradecidos terminen comprando en sus pulperías.


Andrés Jouannet
Prof. Universidad Católica de Temuco