Thursday, May 25, 2006

La nueva DC














Ni el cálculo más optimista de los que apoyaban a Soledad Alvear, hubieran esperado un respaldo tan amplio del pueblo demócrata cristiano, no hay que olvidar que previo al acto electoral en la DC, se hablaba incluso de segunda vuelta. Sin embargo, la ex Canciller ganó bien, y coherente a su forma de hacer y ver la política lo hizo sin descalificaciones e invitando a sumarse a sus entonces contendores a un proyecto colectivo que signifique una nueva DC.

El triunfo de Soledad Alvear es bueno para la DC, pero también lo es para la política chilena. Por una parte, es la primera vez en la historia de la DC y de un partido de la Concertación que una mujer lidera un una colectividad política y más aún la más grande de esta coalición política, partido que además cuenta con una tradición de más de 70 años. Por otra parte el que haya habido una elección en la que participaran alrededor de 40.000 militantes y donde no existiera ningún tipo de escándalos electorales, habla de un partido que tiene importantes tradiciones democráticas y eso le hace bien a la política chilena y a su credibilidad. Soledad Alvear a la cabeza de la DC es también un nuevo aire para la política en general, en un contexto donde ni los partidos, ni la actividad que ellos profesan tienen mucha simpatía entre los ciudadanos.

Los desafíos de Alvear van por la línea de reposicionar al partido en temas y materias contingentes a las personas, vale decir ciudadanizar la agenda del PDC, con lo que podría reencontrar la amistad cívica entre la gente y los políticos democratacristianos. Esta nueva agenda ciudadana, que podría reconstruir puentes y tender nuevos hacia los adherentes y simpatizantes del partido, debe ser en el contexto de la modernización del partido, guardando las cuatro funciones que caracterizan a un partido (Von Beyme) y que en el último tiempo en la DC se han visto debilitadas.

La función de búsqueda de objetivos (ideologías y programas), para lo cual Soledad Alvear ya ha anunciado un Congreso Ideológico Programático, esta es una gran oportunidad para este partido, que debe adecuar algunos de sus planteamientos ideológicos en un contexto de cambios importantes que han afectado a nuestra sociedad en los últimos años, más aún cuando varios movimientos DC hoy se han revitalizado y renovado, como lo ocurrido con Angela Merkel y la CDU en Alemania y Romano Prodi y la Margarita en Italia.

Función de articulación y agregación de intereses sociales, para lo cual se requiere una reingeniería en el PDC que vincule las demandas de la ciudadanía con las acciones del partido, sus dirigentes y sus representantes populares. Esta función está directamente emparentada a la anterior y debe expresar la sintonía entre el discurso y la acción política, la que debe relacionarse con el mensaje humanista cristiano y las problemáticas sociales. Pero por sobre todo esto debe darse en un partido que no solo hable de la fraternidad, sino que la viva y la demuestre.

Función de movilización y socialización de los ciudadanos sobre todo en periodo electorales, para lo cual la DC debe tener candidatas y candidatos coherentes con el mensaje humanista cristiano, pero atractivos a la hora de los votos. La DC en los años de la nueva democracia, no se ha caracterizado por que sus candidatos sean rostros renovados y jóvenes, contrariamente a esto el partido presenta continuamente a las elecciones figuras repetidas y con varios lustros en el cuerpo. Sin embargo, cuando este partido ha llevado figuras jóvenes y atractivas electoralmente, ha logrado importantes votaciones, como fueron los casos en las Municipales del 2004 de Claudio Orrego, Alberto Undurraga y David Morales, entre otros. Igualmente, en la última elección parlamentaria las dos primeras mayorías nacionales fueron jóvenes, Alejandra Sepúlveda y Patricio Walter, ambos obtuvieron más de un 54% de la votación.

La función de reclutamiento de elites y de formación de gobiernos, para ello la DC debe hacer un esfuerzo en volver a las universidades y centros de formación superior, para que jóvenes ingresen al partido, lo renueven y sean los futuros líderes de la colectividad. Todos los líderes actuales del partido y que cuentan con simpatía y popularidad en la ciudadanía, fueron en su momento importantes dirigentes en la juventud del PDC, no hay una nueva formula para esto, si los partidos quieren sobrevivir y renovarse deben vincularse con jóvenes de calidad.

Si se observa bien, las cuatro funciones son complementarias y necesarias en lo partidos, más aun en una DC que por sobre todos los partidos, es observada como la institución paradigmática del sistema de partidos, y cuando, tanto la política y los partidos no son bien vistos, este partido paradigma también es mal visto.

Esta es una buena oportunidad para una renovación, reingeniería y modernización de la DC, lo cual puede contribuir a revitalizar al partido de la Flecha Roja y también a nuestro sistema de partidos. Soledad Alvear tiene una tarea importante y hermosa en sus manos, como ella ha dicho es una oportunidad única de devolverle a su partido lo que este le ha dado.

Andres Jouannet V.
Dr. en Ciencia Política
Universidad de Heidelberg



Santiago Invierno de 2006

Implicancia del sistema electoral en el sistema de partidos.


Existe la coincidencia, de que el cambio del sistema electoral en Chile desde un sistema binominal a uno de mayor proporcionalidad pasa por una discusión más política que técnica, dado que los actores políticos que se involucren en este cambio actuarán como jueces y parte, vale decir deberán ser los parlamentarios quienes voten esta reforma que les afectará a partir de las próximas elecciones legislativas, en diciembre de 2009.

Como esta es una discusión política, el centro de este debate está dado por la influencia que el futuro sistema electoral tenga sobre el sistema de partidos, vale decir, la mayor o menor fragmentación en el sistema y el valor electoral relativo de los partidos.

Todo esto, entendiendo que sistema de partidos está representado por la composición estructural de todos los partidos políticos que tienen relevancia electoral en un sistema político, por lo que son reconocidos por el Estado en su función, como agregadores de intereses sociales.

Por tanto, serán relevantes para el sistema de partidos el número de estos, la distancia ideológica entre ellos, su capacidad electoral, sus formas de interacción en el sistema, su relación con la sociedad y los grupos de agregación social, y por último su vinculación con el sistema político.

Bajo estos parámetros, y dado diversos contextos y variables, existirán diversos sistemas de partidos. La literatura clásica (Sartori), clasificó los sistemas de partidos a partir del grado de fragmentación y polarización, como fenómenos que están recíprocamente relacionados al sistema electoral. Así en democracia, el bipartidismo tiene un grado de polarización cero (Estados Unidos y Gran Bretaña); el multipartidismo o pluralismo moderado tiene un grado de polarización bajo (Países Bajos, Suiza, Bélgica); y el pluripartidismo que posee un alto grado de polarización y fragmentación (Perú, Chile hasta 1973, Italia hasta la reforma de 1994).
Así también, se puede ver la influencia del sistema electoral en el sistema de partidos y como este genera estabilidad sobre el sistema político en su conjunto, debido a la formación de mayorías parlamentarias. Por otra parte, el efecto más complicado del sistema electoral sobre el sistema de partidos es la desproporcionalidad entre los votos y la distribución de escaños, lo que en definitiva diferencia un sistema mayoritario uno proporcional. Esto significa, que mientras mayor sea la sintonía entre la votación y los escaños, mayor será la proporcionalidad del sistema.

La historia política democrática de Chile, ha demostrado que existen ciertas culturas políticas más o menos definidas, que si bien han evolucionado los últimos años, son más o menos representativas del ethos político de los chilenos. Es así, como existe una izquierda que no ha renunciado a su interpretación marxista de la sociedad y los procesos que la involucran (PC). También está, la izquierda hacia el centro o representantes del socialismo-liberal, en las que se encuentran el socialismo y la social democracia; estos podríamos considerarlos como igualitarios y libertarios (PS; PRSD; PPD). Así también, cercanos a este sector están los genuinos representantes del humanismo cristiano, que se mueven del centro hacia la izquierda, que igualmente los cruza el sentido del socialismo-liberal, pero que dan a la cuestión de la trascendencia de la persona humana un sentido especial de su accionar político (DC). Otra manifestación de la cultura política chilena es la derecha, que son los representantes de los movimientos políticos libertarios y no igualitarios o de igualitarismo mínimo (RN, UDI).

Estos son, más o menos las manifestaciones de la cultura política chilena que en la actualidad tiene expresión en nuestro sistema político. Por lo que, en buenas cuentas un sistema electoral futuro, debiera darles cabida.

Ahora bien, el nuevo sistema electoral si bien tiene que considerar un mecanismo de integración al sistema de todas las fuerzas políticas, debe sin embargo, propender a la proporcionalidad, como así mismo, procurar que exista concentración de partidos políticos y que no surjan partidos de la nada, que nos lleven a una polarizada fragmentación o partidos que tendrían un diputado que sería algún caudillo circunstancial, o que se salió del partido madre para con sus seguidores formar uno nuevo.

Así mismo, uno de los factores más importantes del nuevo sistema electoral y que tiene directa relación con la formación del sistema de partidos, dice relación con la estabilidad y la gobernabilidad, dado a que debe permitir coaliciones que puedan ser alternativa de gobierno pero en un marco de estabilidad política.

Si la proporcionalidad, representatividad político-cultural y la gobernabilidad son elementos centrales de un nuevo sistema electoral, debiera permitir que los partidos lleven una mayor cantidad de candidatos en todos los distritos que se diseñen. Actualmente, con el sistema binominal la competencia está tan regulada al interior de los partidos y las coaliciones, que es casi imposible que se pueda desbancar a un diputado o senador, aun cuando estos presente una baja evaluación de la ciudadanía, porque estos mantienen una clientela tal al interior del partido, que les permiten escasa competencia interna, salvo en los casos en que un diputado le compite el puesto a un senador.

Por tanto, la proporcionalidad del sistema electoral, con umbrales mínimos realistas, debe ayudar a que la competencia tanto dentro de los partidos y del sistema de partidos sea amplia y transparente, pero que esto no conlleve un riesgo a la estabilidad de las coaliciones de gobierno. Lo importante es que el nuevo sistema electoral por una parte asuma la tradición de la proporcionalidad en la relación escaños y votos y por otra parte recoja el modelo de estabilidad que le han dado las coaliciones tanto de gobierno y oposición, al sistema político, en el marco de nuestra cultura política.

Andres Jouannet V.
Doctor en Ciencia Política
Universidad de Heidelberg



Santiago, otoño 2006

El sistema electoral en Chile: Hacia una democracia de alta intensidad


Dentro de las 36 medidas que se ha propuesto cumplir la Presidenta Bachelet, la número 35 dice “Reemplazaremos el actual sistema binominal por un sistema electoral que garantice competitividad, gobernabilidad y representatividad”, a partir de aquí se configuró una comisión liderada por el ex ministro y ex senador Edgardo Boeninger, que será la encargada de presentar una propuesta para la discusión y eventual aprobación en el Congreso.
Desde los orígenes del proceso de consolidación a la democracia en nuestro país, vale decir desde que asumió en Presidente Patricio Aylwin, es que se está tratando de cambiar el sistema electoral, lo cual no ha sido posible, porque la derecha se ha opuesto reiteradamente al cambio del binominalismo. Aparentemente ahora la facción más liberal de RN daría su concurso para que se cambie el sistema electoral.

Algunas precisiones conceptuales
Respecto del derecho electoral existen dos conceptos; uno de carácter restringido y otro de carácter amplio. El primero hace referencia a un derecho subjetivo que tienen las personas a elegir y ser elegidos, éste por tanto, está relacionado al concepto del sufragio puro (voting rights). El derecho electoral amplio alude a la regulación de la elección de órganos representativos. Esta es una clásica distinción que se viene desarrollando por la Ciencia Política desde la obra sobre Derecho Electoral que publicara en 1932 Karl Braunias. Respecto a esta segunda forma del Derecho Electoral se pueden desprender los siguientes temas; características de las elecciones y de los procesos electorales, principios y garantías, delitos e infracciones, sistemas electorales, campañas electorales, partidos políticos, financiamiento de elecciones y de partidos, formas representación democrática, normas de procedimiento electoral, exigencias en materia de control de actos electorales, autoridad electoral, normas de observación de procesos electorales, entre otros.
Ahora bien, la transformación al Sistema Electoral, más que una discusión jurídica, es una discusión política, dado tiene que ver con los intereses de la clase política en la repartición de los cargos de representación política.
No obstante, aunque es una discusión política vale en otra dirección, hacer algunos alcances conceptuales, para situar la discusión en el sentido de la naturaleza de los sistemas electorales.
El Sistema Electoral intenta ser la manifestación de la representación política de los partidos en los órganos de representación, por tanto sus normas están llamadas a darle una orgánica a los procesos electorales. Esto es uno de los elementos consustanciales de la democracia, las reglas electorales claras para los actores que participan del juego democrático.
El emérito profesor de la Escuela de Heidelberg, Dieter Nohlen, quien es un reconocido experto electoral, señala que, los sistemas electorales contienen el modo según el cual el elector o mandante manifiesta por medio del voto el partido o el candidato de su preferencia, por su parte estos votos se convertirán en escaños o cargos a ocupar por los representantes políticos o mandatados. Por tanto, los sistemas electorales regulan ese proceso por medio del establecimiento de la distribución de las circunscripciones, distritos, de la forma de candidatura, de los procesos de votación y de los métodos de conversión de votos en escaños.
Ahora bien, dentro de estos conceptos los sistemas electorales pueden clasificarse según los principios de elección mayoritaria y de elección proporcional. Estas dos formas de expresión que tiene el sistema electoral representan una variable que puede explicar las características de la organización y funcionamiento del sistema de partidos. Por tanto, si el sistema electoral afecta al sistema de partidos, este último influirá directamente en el comportamiento del sistema político.
Lo anterior es tan significativo, que existen cientistas sociales como Hermens, quien atribuyó la caída de la República de Weimar al caótico sistema de representación proporcional imperante en aquella época en Alemania. Tal vez la apreciación de Hermens es un poco exagerada, dado que el hundimiento de la primera forma democrática en Alemania se debió a más variables que el propio sistema electoral, sin embargo, la relación de Sistema Electoral con el Sistema de Partidos y a su vez con el Sistema Político sigue siendo directa.

La representación
Tomemos como ejemplo los sistemas parlamentarios, donde las mayorías parlamentarias son las que debieran definitivamente detentar el gobierno en este tipo de democracia, no obstante se da con alguna frecuencia que no es el partido que obtuvo más votos el que gobierna. No es raro que las segundas y terceras mayorías se unan para impedir que el partido más votado llegue al gobierno, si es que este no obtuvo la mayoría absoluta de los votos. En la historia alemana previo a la era de Helmut Kohl, se dio bastante esta situación bajo la coalición de socialistas con liberales.
Lo anterior podría indicarnos que los sistemas de representación de mayorías generalmente no ayudan a la integración, ni al cambio de gobierno. En este sentido y como sostiene Nohlen, depende bastante de las condiciones sociales y políticas en cada caso, dado que incluso en determinadas condiciones sociopolíticas puede que la representación proporcional cumpla más eficientemente las funciones que se esperan de un sistema mayoritario o de pluralidad.

Criterios de evaluación de los sistemas electorales+
Los criterios de evaluación expresan el resumen de las exigencias funcionales que debe cumplir un determinado sistema electoral.
Antes de la tercera ola democrática (Samuel Huntington) la discusión en la ciencia política sobre la representación por mayoría y representación proporcional estaba orientada bajo la influencia de posiciones normativas del buen gobierno o teorías de formas de gobierno parlamentario. Actualmente la discusión va de la mano de los elementos empíricos y desde ahí devienen los juicios teóricos para la elección de tal o cual sistema electoral (Dieter Nohlen).
a) No existe ningún sistema electoral ideal, la propiedad de estos dependen de variados factores de contexto, entre los cuales el tiempo y el espacio son determinantes.
b) La representación (justa) es una de las mayores exigencias que se le debe hacer al Sistema Electoral. Así mismo, la efectividad respecto al funcionamiento y estabilidad del sistema político, y la responsabilidad referida a la respuesta del mandante al mandatado por el voto, son las exigencias mínimas a un sistema electoral.
c) Un criterio de evaluación importante está referido al índice o nivel que tengan las consideraciones teórico democrático o poder políticos de los partidos.
d) Los sistemas electorales no pueden eventualmente satisfacer distintas exigencias del sistema político.
e) La opción por un determinado sistema electoral está expresado por cuales son las exigencias más o menos importantes que se le hacen a este.
f) Los sistemas electorales que pretenden satisfacer exigencias funcionales de distinta naturaleza, tienen por lo general bastantes elementos, los cuales pueden ser contrapuestos.

Luego de esto los criterios de evaluación, los objetivos mínimos de un sistema electoral serán; a) representación, significa que se debe reflejar adecuadamente los intereses sociales y opiniones políticas en los órganos representativos, vale decir la representación de todos pero justa en la medida de los distintos grupos que componen que lo componen; b) concentración, está referida a la función principal de los partidos políticos (Klaus von Beyme), que dice relación con la agregación de intereses sociales, estos se expresan por el número mínimo o reducido de partidos que obtienen representación en el parlamento y por la formación de una mayoría partidaria o de una coalición que tenga carácter estable en el parlamento; c) participación, está referida por la mayor o menor posibilidad de expresar la voluntad política por parte del elector; simplicidad, significa que el sistema debe ser lo suficientemente claro y sencillo para el elector donde se conjuguen simultáneamente los criterios de representación, efectividad y participación; d) legitimidad: el sistema debe tener una legitimación tanto de la base social, como de la elite y clase política, en definitiva debe ser un sistema electoral que sirva para unir a los contrarios, donde estos entiendan y acepten por una parte tanto lo justo del sistema, como su eficiencia.

Comentarios finales
Si se ha seguido el análisis final de este artículo, se verá que el actual Sistema Electoral denominado binominal, no cuenta con casi ninguno de estos criterios de evaluación, vale decir su representación es baja, la concentración que este tiene es dispersa y dispareja, no convoca a la participación dado que no expresa una voluntad política real vale decir los terceros derrotan a los segundos, a su vez no es un sistema simple dado que no cumple con los criterios de representación, efectividad y participación y por último su legitimidad es bastante débil, dado a que fue generado en un periodo donde las libertades políticas y los derechos civiles no gozaban de índices democráticos.
Esta es una buena oportunidad para tener un sistema electoral que sea coherente con el avance del país en materia, social, económica y cultural donde efectivamente se representen las libertades políticas de una democracia de alta intensidad a la que Chile en estas circunstancias debe aspirar.

Andrés Jouannet V.
Dr. en Ciencia Política
Universidad de Heidelberg


Santiago Otoño 2006

Clientelismo político





El clientelismo comenzó a ser discutido a partir de la década de los cincuenta en lo que eran estudios antropológicos, luego desde la década de los sesenta, la ciencia política comienza a desarrollar ésta línea de investigaciones fundamentalmente debido a la importancia de las relaciones de los actores políticos, sobre todo de aquellos vinculados con los partidos políticos.

Definiciones de clientelismo

El clientelismo político planteado como un arreglo social, se representa por las redes clientelares que se benefician por adquirir y percibir bienes y servicios a cambio de lealtades políticas, respaldo político, apoyo político y votos. Estas redes clientelares existen como esquemas de apreciación, percepción y acción en las estructuras mentales de las personas que están vinculados en esas relaciones de intercambio. Los bienes y servicios que se pueden traducir como un tipo de capital económico, son intercambiados por un capital político dependiente del poder político.

En un primer momento el clientelismo se expresaba por medio de lo que fueron las relaciones patrón cliente, entre los terratenientes y los arrendatarios, en lo que era el clientelismo en las sociedades campesinas o tradicionales, donde se daban en general relaciones del tipo sistemática y piramidal.

En lo que ha sido el desarrollo de la teoría clientelar, se puede señalar que hay quienes afirman que este tipo de relaciones, se dan fundamentalmente en sociedades subdesarrolladas, dado que en estas el Estado es el primer empresario y el que posee el mayor capital laboral dentro de las empresas, vale decir que las privatizaciones tendería a disminuir el clientelismo en las sociedades más pobres, dado que si el Estado se desprende de las empresas, los políticos poseerán un menor capital para devolver al respaldo político, con prebendas laborales. No obstante, los acuerdos o arreglos clientelares, no tenderán a desaparecer a pesar de la modernización de los Estados. En todo caso, bajo una economía de libre mercado o social de mercado, la acción política y sus principales actores siguen manejando una importante cuota del mercado laboral, ya sea esto directa o indirectamente, vale decir a través del Estado, o por relaciones con el ámbito privado, dada la cercanía entre ambos mundos, como es posible observar en los últimos años en Europa.

Existen también los autores como, J. Boissevain, J. Powell, A. Weingrod que plantean que el clientelismo es un nivel más en los que es la evolución del desarrollo político, dado que los contratos clientelares ayudan en las relaciones centro periferia, lo que otorga mayor conciencia política a las personas involucradas en las relaciones clientelares, por tanto el clientelismo es tomado por estos autores como un tipo de relación funcional al desarrollo político. Por otra parte están los autores como R. Lemarchand, K. Legg, y A. Zuckerman que sostienen que el clientelismo no conduce ni a la democracia ni a la modernización, dado que no contribuye a la participación ciudadana, y genera una sociedad fragmentada unida sólo por relaciones clientelares y personalizada que mantiene el estado de las cosas tal y como está. Pese a las diferentes tesis se puede observar que se comparten ciertos puntos básico sobre el clientelismo, así por ejemplo ambas posiciones ponen en el centro a las relaciones, como elemento fundamental del sistema clientelar, tanto a nivel económico, como político.

El clientelismo en Latinoamérica

Respecto a Latinoamérica, se ha señalado que el surgimiento de las relaciones clientelares, fueron producto por una parte de lo que fue el proceso de la conquista y el posterior dominio, lo que generó una sociedad basada en la relación de poder, entre los distintos niveles sociales, instaurándose una fuerte cultura de orden jerárquica, basadas en el prestigio, el honor y capital. Asimismo un segundo factor que determinó las relaciones clientelares, fue el paulatino debilitamiento de las instituciones centrales de los Estados-Coloniales, lo que significaba una baja calidad en las instituciones, respecto de control y la focalización de las relaciones de poder. Bajo estos dos contextos, el clientelismo se fue desarrollando en las sociedades Latinoamericanas.

Según plantean S. Eisenstadt y L. Roniger, en un primer momento, hay un desarrollo de este fenómeno en el sector rural en lo que fueron las haciendas, donde los terratenientes, poseían el poder total (político y económico), vale decir por su medios, los trabajadores campesinos, llamados también peones o servidumbre, podían acceder a la tierra y la seguridad a cambio de un trabajo leal al patrón.

Luego en un segundo momento, a partir de la mitad siglo XIX y fundamentalmente principios del XX, y en el contexto del los Estados-Naciones, se comienza a generar una forma de parlamentarismo, que significó cierto nivel de apertura electoral, con lo cual se comenzaron a desarrollar las relaciones clientelares, dentro de una nueva institución política, los partidos políticos y en referencia a la burocracia estatal. En este contexto el voto pasó a ser el medio principal de relación clientelar.

Esta forma de vincularse se ve especialmente potenciada en América Latina, dado que el Estado juega en materia laboral un importante rol, mediante empleos públicos, sumado a los importantes porcentajes de corrupción administrativa y la no optima institucionalización del Estado.

Los partidos políticos y el clientelismo

En el contexto del estudio sobre partidos políticos, la parte del clientelismo que interesa, está referida al impacto de este fenómeno en las instituciones políticas, más específicamente al Estado y a los partidos políticos –con especial consideración a los a partidos políticos Latinoamericanos–, así pues, el Estado como patrimonio es una variación de éste, del tipo patrimonial desarrollado por Weber. En este sentido, se señala que el dominio personal está respaldado por lealtades que no necesitan de las creencias en los atributos personales de los que poseen el poder político, sino que las lealtades están vinculadas a incentivos y recompensas materiales.

Es así que al interior de los partidos se desarrollan más nítidamente las relaciones clientelares y son además aceptadas como parte del juego político, donde quien posee mayor posibilidad de acceso a la distribución de bienes y servicios, podrá entregar una oferta a sus militantes, adeherentes o simpatizantes incondicionales, quienes conservaran ésta condición de incondicionalidad mientras se mantenga la seguridad laboral o económica para el cliente-militante del partido.

El broker

Un personaje importante en todo este proceso de transacciones clientelares son los mediadores o broker, quienes no sólo son sólo exclusivos de los partidos políticos y en algunas sociedades industrializadas se llegan a confundir con los operadores de lobby. Según señalan indistintamente E. Wolf y M. Caciagli, el mediador o broker, es un individuo que asume el rol de mediar entre los grupos orientados hacia la comunidad y aquellos orientados hacía la nación y que se desarrollan en lo que son las instituciones del Estado.

En los partidos como en la sociedad el broker, mediador, operador o también llamado bisagra, no posee capital económico, pero si posee capital social, dado que si cuenta con el conocimiento de la comunidad con la que se intermedia y también la claves de la conexión con ella.

Internamente en el partido, el broker es un nivel más en una cadena vinculada por la sumisión, que son parte de las relaciones clientelares, en donde hay dominio de quien tiene la posibilidad de distribuir los puestos –en este caso el patrón– ya sea en el Estado, dentro del partido o incluso en el mundo privado –dependiendo del nivel de influencia que el patrón posea en este mundo–. Por tanto las relaciones no son de igualdad ni de cooperación, sino de intercambio, dado que hay una transacción de favores políticos, por respaldos políticos.

El panorama latinoamericano

Lamentablemente en la mayoría de países de Latinoamérica aun se reproducen las relaciones clientelares que son típico de los partidos de tipo popular, que basan su vinculación al Estado como un botín a repartir entre sus seguidores, más aun y así lo informa la Agencia de Transparencia Internacional, el Estado es usado con fines de enriquecimiento ilícito por parte de muchos de los dirigentes que lideran las naciones del sur de América.

Ciertamente, la democracia sea esta de baja o alta intensidad, al decir de O’ Donnell, está más o menos asentada en la Región, si embargo el clientelismo exacerbado no ayuda a la calidad y la eficiencia que se le pide al régimen de las libertades públicas y derechos civiles. Ya sean estos gobiernos de derecha, izquierda o populistas, en fin en su mayoría, no han sido capaces de resolver problemas básicos como la reducción de la pobreza y uno de estos motivos es el exacerbado clientelismo imperante en la región.

Con esta visión que tanto partidos como elite política tienen del Estado, va ser difícil que en los próximos años a lo menos cumplamos en parte las Metas del Milenio, comprometidas por los gobiernos con las Nacional Unidas.

Andres Jouannet V.
Dr. en Ciencia Política
Universidad de Heidelberg


Santiago Verano 2006